A la vuelta de Marruecos me enteré de que Pablo había vuelto a Madrid. «Estaba hasta la polla» fue su única explicación. Como llegaba de Canadá cargado de anécdotas que contaba en inglés, fuimos a la terraza de Alvin a celebrarlo. Celebrarlo es la forma fina de decir comer y beber, claro. No hubo gorritos de cartón ni confeti. Solo tres tipos en una azotea asando carne. Al principio de la velada, la pinta era esta:
Aunque parezcan El Pera y El Vaquilla, ambos estudian oposiciones (un año más) y se cambian de calzones cada semana.
Algo parecido a lo que hace Julio, que se vino a Tavernes con Juanas a pasar el fin de semana más soleado del verano y se encontró con una tormenta de tres días. Eso le hizo permanecer en pijama y gayumbos 48 horas, pero no le distrajo de hacer la paella prometida.
Aquí, con Juanas mientras bajan el toldo para evitar que se inundara la terraza:
Antes, mi hermano se había instalado en casa para «desconectar». Lo que le sirvió de excusa para levantarse cada día a las 11, silbar por el salón hasta tarde y desear que llegara la noche para salir a beber.
Una de esas escapadas fue a casa de Carles, que nos tenía preparado un manjar de pasta con marisco. Aunque, a tenor de la pose de mi hermano, no se sabe si es una cazuela o una mancuerna de 30 kilos…
Al acabar la semana no nos quedaba mucho fuelle, así que nos despedimos todos en un silencio extremecedor. Yo volví al sillón, hice la cena y solo entonces me di cuenta de que había, por fin, salido el sol y Celia, calurosa como es, se había echado a leer un rato:
Por alusiones, ¡qué cabr….! ¡Te levantas dos días tarde y nadie se acuerda de tu denodado y sempiterno esfuerzo por dignificar el planeta! ¡Y sí que pesaba el cuenco, ahora conocido como bol, en aquella pantagruélica cena! Y sobre el resumen de nuestras peripecias, he de decir que «desconectar» no fue la expresión correcta: pelis, libros, deporte, reflexiones, muchedumbre, risas… Son otra especie de conexión: la que se crea cada vez que nos reunimos o charlamos. Por cierto, pese al aura de Bukowski que destila nuestra escapada… siempre somos gente formal y respetable. ¡Gracias por todo! ¡Seguimos soñando!