Ahí va la conversación con Julián Hernández, de Siniestro Total, en un bar de chinos que ponían bravas con mayonesa y ketchup («Es que eso es muy valenciano», me explicó Álex). Es un artículo compartido unos minutos antes de entrar a ver el concierto. No se puede colgar en el periódico porque tras esas cuestiones fatigosas de «¿Hay foto?» «¿Cuándo tocan?» me han dicho que tururú. Como yo no podía guardarme para mí solo una noche como la de ayer, ahí va:
El grupo gallego Siniestro Total pasa por Valencia con la gira Tierra Ignota, un recorrido por las canciones menos transitadas de sus 30 años en escena
La gira Tierra Ignota, de Siniestro Total, proviene, según indica su cantante, Julián Hernández (Madrid, 1960), de la “presión mediática” de sus seguidores. Han sido ellos- el público, los fans- los que a lo largo de los 30 años de carrera han ido exigiéndoles que tocaran ciertas canciones que, por distintos motivos, “se van enquistando y cuando las quitas te echan una bronca de mil demonios”. Por eso, desde el lanzamiento de su último disco -Country & Western, en 2010-, la
banda abrió la veda para que quien quisiera solicitara dos o tres canciones y así marcara la pauta de los conciertos que ofrecerán durante todo el año por varias ciudades españolas. “Eso sí, que quede claro, la democracia luego es falsa”, explica Hernández, “la decisión final es nuestra. Si no, tendríamos que tocar mil años”.
“Ha sido interesante recuperar canciones de hace tanto tiempo porque ya casi ni nos acordábamos”, afirma, “pero hay que medir, no todas son desconocidas. También hay algunas obvias: no nos queríamos poner tan repugnantes”. Como ejemplo de las primeras, las menos fogueadas en público, están Viene el verano o ¡Joder, Cristina!, que el grupo escribió pensando en la infanta y que la introduce con un apropiado “Es que Urdangarín nos la ha puesto a huevo”. Entre las segundas no falta Cuanta puta y yo qué viejo o Bailaré sobre tu tumba, que son, sin duda, el clímax del espectáculo. Y, entre medias, sus “hijos tontos”: las instrumentales. “Es que nunca encuentras el momento de tocarlas”, expone el cantante, “pero solo metemos dos o tres, que no somos Los Coronas”.
Con esta nueva gira el grupo celebra, además, su trigésimo aniversario. O, mejor dicho, “el XXX cumpleaños, que para el porno queda guay”. ¿Qué ha cambiado desde su formación? “No mucho. Jamás hemos pretendido añadir nada a la historia de la música occidental”, comenta socarrón Julián Hernandez, “pero ahora es un poco mejor. Antes todo era muy rudimentario. No solo para nosotros, para todo el mundo”, recuerda. “En los ochenta, cuando empezamos, en Galicia había una crisis brutal y necesitábamos salir de allí”.
Y claro que salieron. De Galicia se fueron a Madrid. Allí coincidieron con una infinidad de bandas en un momento de explosión musical (los años ochenta) en el que “cualquiera se buscaba la vida” para poder actuar. Así llegaron a consolidarse como una de las mejores bandas de punk-rock nacional, acompañados, en muchas ocasiones, por otros “amigos” como Los Ilegales o Los Enemigos. “Ahora da un poco de pena pensar en los que ya no están, como Derribos Arias, pero hay una cosa que realmente odiamos: la nostalgia”, apunta Hernández, que sigue: “Llorar por algo que ha pasado es una chorrada. La nostalgia es un concepto reaccionario que te paraliza”, define.
A pesar de esa mirada de eterno presente, Siniestro Total mantiene una sólida formación con cuerda para muchos años más: “Tocamos en sitios más o menos grandes por riguroso turno de antigüedad, pero jamás llenaremos Las Ventas”, ríe Hernández. “Además, envejecer es muy fácil. Basta con dejar pasar el tiempo. Otra cosa es que madures y te hagas un tipo responsable”, comenta entre caladas de uno de los pitillos que lía durante la conversación. “Lo bueno es que a estas alturas contamos con un público heterogéneo”, explica el cantante, “que reconoces según el espacio que ocupa. Los más jóvenes están pegados al escenario, saltando. Los que llevan más tiempo siguiéndonos están atrás, en la barra, con un whisky de importación”, concluye.