Las manifestaciones de Valencia ya han saltado a una plana mayor. Ahora, creo, tienen el peligro de agotar a la ciudadanía, de hundirse en el terreno de la sobredosis.»Nos mueve algo más concreto que la utopía del 15-M», me dijo un chico joven. Si la utopía es abstracta y lo concreto se queda en lo realista, seguimos al amparo de los que nos manejan.
Estas protestas ya llevan sucediendo desde hace semanas. Cada instituto sigue una pauta de queja diferente desde que se anunciaron los recortes o desde que fueron conscientes directamente de las carencias que estaba sufriendo la educación pública. Ahora, estas proclamas pacíficas y tranquilas se han unido, pero también se han desvirtuado y, sin darle juego a la derecha, se pueden convertir en carne de tergiversadores.
Aquí, la primera protesta del viernes pasado:
Políticos, estudiantes y gente de todos los lados frente al Lluís Vives, antes de que se extendiera a la comisaría y empezaran los palos.
Lunes, antes de las cargas. Como se ve: grupos violentos instando a la provocación.
Primeras «incitaciones» a la violencia:
Joven aporreado muestra un moratón (que en la cámara del móvil no se aprecia)
Y ahora, claro, las reacciones:
Protesta del martes, y protesta del miércoles frente a la consejería.
Pero, lo dicho: tantas marchas anárquicas pueden cansar a la gente. Tampoco se han convertido en un laboratorio creativo como lo fue el 15-M y, los políticos, siguen a su aire.
Eso sí: decir que hay quien busca la gresca en la manifestaciones es de perogrullo. Decirlo, además, con chavales de 16 años es no tener ni idea de qué va el mundo.
Eso no es noticia, por mucho que le parezca a los medios de derechas. Tampoco es noticia que la policía pega a todo el que se cruza o que abusa sistemáticamente de su puesto, desgraciadamente. Pero lo primero, la juventud, según reza el dicho, «se cura con la edad». Lo segundo, con educación. Sí, lo que nos están quitando.