Prensa.

La lectura diaria del periódico se puede convertir en algo compulsivo, en una especie de laguna que rellenar, principalmente, a lo largo de la mañana.
Ayer recogimos el periódico con nombre propio.
Estaba separado como si se tratara de unas entradas de teatro.
En El Cisne, tienda clásica de Las Matas que no perdonaba la peseta de las 11 que te costaba una fotocopia, detrás del mostrador aguarda un periódico para que un tipo singular lo lea tal que así:

Bueno, en realidad, en lugar de jersey y vaqueros suele ser chándal azul y sudadera. Algún bollo encima de la mesa y la tele al otro lado con el volumen a tope.

Lo estupendo: lo compra, lo lee en la biblioteca, lo lee en Internet cada dos horas, mira las noticias, lo guarda en un montón en la mesa del cuarto…

¿Quién habla del final de la prensa?

¿Quién dice que hay un largo camino hasta la integración digital?

Aquí va, sin ir más lejos, un ejemplo de lo analógico con lo virtual: foto improvisada con un nuevo móvil. Y de esto hace 3 meses.

Una respuesta

  1. Y… ¿quién dijo que el periódico caduca en unas horas, que no tiene sentido guardar, acumular y leer el de ayer, antes de ayer, el del pasado domingo? ¿Quién dijo que las cartillas de cupones acaban siempre en la basura, que están desfasadas, que no hay quien tenga la paciencia y el tesón de completarlas? ¿Quién dijo que la pregunta «¿tienes el periódico?» no espera respuesta si estás a kilómetros de distancia de quien la formula?

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