Diálogos del otro entomólogo.
Un gimnasio de Alcobendas. Las cuatro y media de la tarde de un miércoles cualquiera.Dos amigos adolescentes se saludan en los vestuarios… Chico1: ¡Hey, hola! Chico2: ¿Qué tal, tronco? Chico1: Bien… ¿Qué, machacándote? Chico2: No, qué va… En la piscina con la chica. (Risa tontorrona.) Chico1: ¿Estabas con una piba negrita, no? Chico2: Ahí sigo… Chico1: Joder, ya va un tiempo… Chico2: Pues llevamos… casi dos años. (Risa seca.) Chico1: Ya te queda poco porque a los tres años… (Pausa.) Ya sabes... Chico2: A ver, a ver, jeje. (Carcajadota mutua y pausa dramática.) Chico1: Qué cabrón.
Algunas caras de la manifestación en Valencia
Jorge Segarra tiene 14 años y estudia 3º de ESO. Ha venido solo pero está esperando a sus compañeros del Instituto 2 de Paterna. “Me afectan todos los recortes porque sé que lo que estoy estudiando me va a servir para poco”, explica lacónico, “quiero estudiar informática, pero lo voy a tener complicado”, zanja.
Marta Valdivia tiene 22 años y estudia un FP de Laboratorio de Imagen. La acompaña Andrea García, que hace lo mismo con ella en el Henry Matisse de Paterna. “Directamente, no tenemos profesores”, expresan, No tenemos prácticas, ni salidas y nos estamos quedando sin material, porque cuando se estropea no se repone”. Cuando acaben pretender seguir estudiando, a pesar de ver el futuro “muy negro”: “Ahora no vamos a tener ni para nuestro trabajo más típico: bodas, bautizos y comuniones”.
Vicente D. M. tiene 19 años. Estudia Comunicación Audiovisual en la facultad de Filología. “Está claro: si no te mueves no consigues nada”, protesta. “Pienso seguir formándome aunque veo que es muy difícil quedarse aquí”, añade, “Cada vez se invierte menos dinero y las tasas son más alta. Están haciendo que mucha gente no tenga posibilidades para estudiar». Está junto a Noemi Zafra, que con 19 años es tatuadora profesional. Apoya a los estudiantes porque, según alega, los recortes también la afectan en su trabajo: “Llevo tres años trabajando y no nos ayudan con cursos. Además, para ser sinceros, perdemos mucha gente porque ya nadie se quiere gastar el dinero en lo nuestro”, concluye. “Creo que, fuera de toda queja, lo que están haciendo con nosotros es un cachondeo”.
“No solo son los recortes. A la universidad la han destinado mucho dinero, pero se ha malgastado”, indican Joan García Albiñano y Joaquín Escrivá. El primero estudia medicina. El segundo derecho. Ambos creen que “se tiene que escuchar a la gente”. Para terminar, citan una frase de Gandhi: “Lo que puede hacer una persona es inútil pero absolutamente indispensable”.
Pedro Cabrera Juan tiene 42 años y lleva 14 como Personal de Administración y Servicios. “Esto es una reivindicación justa y necesaria”, asegura, “tenemos que apoyar a los estudiantes porque todas las personas que estamos en la universidad estamos notando las medidas, que se llevan aplicando mucho tiempo”. “Además, como sigamos así, les veo un futuro muy malo, complicado”.
José Gil es secretario de la enseñanza pública en el sindicato FETE-UGT. Su discurso transita desde el plan Bolonia hasta la reforma laboral, pero en lo que insiste es que “tenemos el crédito por los suelos”: “Estamos en los bonos basura de educación. No hay dinero en la universidad y está trastocando el mundo laboral”. “A este paso”, señala, “y ya lo estamos viendo, los que tengan más formación se van a marchar y aquí se quedará la mano de obra barata”. “Lo primero que ha hecho el gobierno valenciano ha sido cortar en educación y farmacia, lo contrario a lo que dicen en Bruselas”.
Bernardo Bunton tiene 29 años y estudia farmacia: “Quieren que nos formemos y que trabajemos más para luego pagarnos menos”, acusa. “La gente que esté mejor posicionada lo va a tener peor porque les están cortando las alas para desarrollarse”, comenta, aunque él se siente un privilegiado y no cree que tenga problemas.
Carmen María Fernández y Álvaro Calzada estudian un curso de cocina en el complejo educativo de Cheste. Dicen que mucha gente lo deja por falta de salidas y por el dinero que cuesta: “Antes nos ayudaban. Ahora tenemos que pagar nosotros muchos materiales”. El lunes apoyaron una concentración en el centro y hoy no podían faltar: “Teníamos que estar aquí”, dicen preocupados, “porque no tenemos nada que perder. Yo este año volveré a buscar trabajo a ver si sale algo”, se despide Carmen.
Did you say something?
¿Alguien dijo algo?
¿Alguien nos obligó a pasar dos fines de semana sin hacer nada?
¿Alguien dijo que era malo el día de la marmota, la repetición, la rutina?
Aquí, foto del primer fin de semana (hace dos, se puede comprobar por la manta):
Después, dos fines de semana más tarde, con revueltas, libros, periódicos y lanzados al abandono. Exámenes y más exámenes sin sentido. Trabajos, propuestas, días libres, agobios y relax merecido. Horarios sin horarios. Playa sin viento o piscina sin ducha:
Se ve que lo hemos disfrutado, ¿no?
Que llega el verano y regresamos a Tavernes, Tierra de oportunidades.
Naranjas, fríos y edificios vacíos.
Tiendas que empiezan a abrir en fin de semana y una playa siempre eterna y cada día más vieja. Cada día más nueva.
¿Alguien dijo algo? Sí, que empieza la semana. Lunes y huelgas, ese es nuestro futuro.
Progresión de la semana.
Las manifestaciones de Valencia ya han saltado a una plana mayor. Ahora, creo, tienen el peligro de agotar a la ciudadanía, de hundirse en el terreno de la sobredosis.»Nos mueve algo más concreto que la utopía del 15-M», me dijo un chico joven. Si la utopía es abstracta y lo concreto se queda en lo realista, seguimos al amparo de los que nos manejan.
Estas protestas ya llevan sucediendo desde hace semanas. Cada instituto sigue una pauta de queja diferente desde que se anunciaron los recortes o desde que fueron conscientes directamente de las carencias que estaba sufriendo la educación pública. Ahora, estas proclamas pacíficas y tranquilas se han unido, pero también se han desvirtuado y, sin darle juego a la derecha, se pueden convertir en carne de tergiversadores.
Aquí, la primera protesta del viernes pasado:
Políticos, estudiantes y gente de todos los lados frente al Lluís Vives, antes de que se extendiera a la comisaría y empezaran los palos.
Lunes, antes de las cargas. Como se ve: grupos violentos instando a la provocación.
Primeras «incitaciones» a la violencia:
Joven aporreado muestra un moratón (que en la cámara del móvil no se aprecia)
Y ahora, claro, las reacciones:
Protesta del martes, y protesta del miércoles frente a la consejería.
Pero, lo dicho: tantas marchas anárquicas pueden cansar a la gente. Tampoco se han convertido en un laboratorio creativo como lo fue el 15-M y, los políticos, siguen a su aire.
Eso sí: decir que hay quien busca la gresca en la manifestaciones es de perogrullo. Decirlo, además, con chavales de 16 años es no tener ni idea de qué va el mundo.
Eso no es noticia, por mucho que le parezca a los medios de derechas. Tampoco es noticia que la policía pega a todo el que se cruza o que abusa sistemáticamente de su puesto, desgraciadamente. Pero lo primero, la juventud, según reza el dicho, «se cura con la edad». Lo segundo, con educación. Sí, lo que nos están quitando.
Prensa.
La lectura diaria del periódico se puede convertir en algo compulsivo, en una especie de laguna que rellenar, principalmente, a lo largo de la mañana.
Ayer recogimos el periódico con nombre propio.
Estaba separado como si se tratara de unas entradas de teatro.
En El Cisne, tienda clásica de Las Matas que no perdonaba la peseta de las 11 que te costaba una fotocopia, detrás del mostrador aguarda un periódico para que un tipo singular lo lea tal que así:
Bueno, en realidad, en lugar de jersey y vaqueros suele ser chándal azul y sudadera. Algún bollo encima de la mesa y la tele al otro lado con el volumen a tope.
Lo estupendo: lo compra, lo lee en la biblioteca, lo lee en Internet cada dos horas, mira las noticias, lo guarda en un montón en la mesa del cuarto…
¿Quién habla del final de la prensa?
¿Quién dice que hay un largo camino hasta la integración digital?
Aquí va, sin ir más lejos, un ejemplo de lo analógico con lo virtual: foto improvisada con un nuevo móvil. Y de esto hace 3 meses.
Fotos originales.
¿Qué hacer cuando te da vergüenza pedir una foto con el móvil? (A mí me pasa)
¿Qué hacer cuando sois tres y no podéis salir nunca los tres a la vez?
La solución es muy fácil: hacer la misma foto dos veces cambiando las personas. Ejemplos: Después, imaginaos la escena: «tú quédate ahí; espera que voy yo; dale a este botón; venga, otra vez…» Total, que queda algo así:
Lo mejor de todo esto es que se puede comparar. ¿Quién no tiene una foto parecida?
Este ejemplo lo tiene casi todo el mundo. Ahora más, que es difícil conformarse con sacar una foto de cada cosa.
Y, a todo esto, es una instantánea de Bilbao en diciembre. Sospecho que el cielo sigue parecido.
Entrevista reportajeada a Manuel Vilas.
“Si no eres una franquicia literaria no eres nada”
El escritor Manuel Vilas presenta en Valencia Los Inmortales, una revisión de El Quijote en clave de pop
ALBERTO G. PALOMO
El escritor Manuel Vilas (Huesca, 1962) lo tiene claro: “Si no eres una franquicia literaria no eres nada”. Por eso, para construir su última novela ha elegido un tema tan imponente como la inmortalidad pero ceñido a una época globalizada donde los Mc Donalds ocupan gran parte de los espacios públicos. Los inmortales es una parodia de múltiples lecturas que trata desde un punto de vista alocado la sociología de este tiempo: “Lo que me une a los clásicos es el deseo de que la literatura sea expresiva de la realidad en que vivimos”, afirma.
Los inmortales nace de dos vertientes: de la película del mismo nombre protagonizada por Cristopher Lumbert en 1986 y del imaginario enfado de unos habitantes de la Galaxia Shakespeare que, en el año 22.011, encuentran un manuscrito de nuestra época y deciden investigarla. Para ello envían a una pareja que dos caballeros andantes formada por el propio Miguel de Cervantes y Jerry, un escudero que registra lo que ve en un portátil: “Es un tópico decir que Cervantes es un referente”, declara divertido el autor. El tema de la perpetuidad o La Dama Blanca, como aparece en el libro, no es arbitrario: “La inmortalidad acabaría con la Historia y superaría la injusticia biológica que es la muerte”, señala Vilas, “En el siglo XIX se inventó la posteridad, el concepto romántico de que aunque llevaras una existencia miserable tu obra perduraría. Ahora esto ha cambiado totalmente. Yo firmaría por el superéxito en vida y el olvido al morir”.
Para esta novela de caballerías en clave de pop, el escritor no solo se ha atrevido a convertir al autor de El Quijote en una Sociedad Anónima o a incluir referencias pictóricas, cinematográficas o musicales: “He puesto a Cervantes escuchando a Joy Division para remarcar que la historia es explorable, móvil. Es como si los Sex Pistols interpretaran la tradición”. La manifestación más clara de esta revisión es, según el autor, que “ahora un chico con una camiseta del Che Guevara puede entrar en un Mc Donalds”.
En el libro entran todo tipo de personajes y lugares. Desde el Madrid de la película El Día de la Bestia, de Álex de la Iglesia, hasta una Habana reconvertida en un parque de atracciones sobre el comunismo, con mausoleo de Fidel Castro incluido: “El recuerdo del marxismo está siempre presente porque, aunque como teoría política está desactivado, como filosofía todavía continúa siendo la crítica al capitalismo. Y el recordatorio sirve para mantener una pequeña luz de utopía”, indica Vilas.
Manuel Vilas encaja en la definición de escritor postmoderno. Aunque, según matiza, es un movimiento más próximo al Mao pintado por Warhol que a la deconstrucción de otras obras como la trilogía Nocilla de Agustín Fernández Mallo. Algunas veces, de hecho, se le ha incluido en la generación de Mallo o Eloy Fernández Porta. Él no reniega esta categoría, pero matiza que “un lector tradicional, acostumbrado a la narrativa del siglo XIX y a sus esquemas, se puede incomodar por todos los referentes- marcas, personajes, películas, grupos musicales que entran en la novela. Sin embargo, lo acepta en una película, en la música y en la pintura, ¿por qué en la literatura no?”
“Mi objetivo era que fuera una obra euforizante, que la gente saliera contenta después de leerla”, comenta Vilas, que también se incluyó en el relato “como solidaridad con los personajes” y para “disfrutar del carnaval que es toda la novela”. A partir de ahora, queda la acogida del público: “Mi idea de la literatura es la comunicación. A mí me gustaría tener un millón de lectores. ¡Fíjate, si hasta fantaseo en el libro con que me leen los extraterrestres!”, se despide entre risas.
Memorias del lager.
Las historias trágicas, lejos de desvanecerse, se repiten. No solo eso: te persiguen. Lo hacen sin pudor ni educación. Descarnadas. Sobre todo si te dejas caer inmerso en su horror.
Y pasa independientemente del formato. Desde el abrumador Si esto es un hombre hasta el épico documental Shoah. Incluso si en todas hay elementos comunes que rozan el síndrome del burnout. No. Con MAUS no pasa. Primer Pulitzer a una novela gráfica y testimonio brutal del genocidio nazi. De cualquier genocidio.
Este tipo de relatos solo falla cuando se pretenden acentuar. Cuando te dirigen la lágrima. Ocurre en el Niño Disney de pijama de rayas o en el tráiler de la película La llave de Sarah.
No pasa en esta obra maestra, que te engancha y contrasta el pasado por olvidar con un indefinible presente, cargado de dudas y secuelas. Un cómic, o novela, o ensayo que no basta con decir que es una obra capital, sino que te persigue, te inunda y te da pena que acabe.
Si lo sé, me lo vuelco de la biblioteca, ¡para lo urracas que son!. Porque- atención- te permiten coger 12 libros, pero solo para dos semanas. Y luego, por cada día de retraso, dos de multa… ¡Serán desgraciados! Si es que te ponen ellos la miel en la boca. La chuchería del libro goloso, fácil, nuevo, pero sólo dos semanas.
Tengo un plan. Visto que llevamos 4 meses de retraso por un libro de Cullera, he pensado en ir cada mañana a coger de doce en doce libros y devolverlos con marcador, para que parezca que me los he leído todos. Así, en 24 horas. Que se acojonen.
Entrevista íntegra Josele Santiago
“Me da vértigo quedarme sin trabajo”
Josele Santiago presenta este sábado en Valencia su cuarto disco en solitario, Lecciones de vértigo. Este año regresa a los escenarios con Los Enemigos después de 10 años de barbecho
Josele Santiago (Córdoba, 1965) niega haber pasado de loco encontrao a suicida confeso porque “no entra en mis planes ni suicidarme ni confesarme”. Por eso, a pesar de que su último disco, Lecciones de vértigo (El Volcán, 2011), invite a una mirada de altos vuelos, Josele tiene los pies en la tierra. El año en que Los Enemigos, grupo madrileño de rock de la década de los ochenta y los noventa, regresa a los escenarios después de 10 años, Josele se reserva fechas para sus actuaciones en solitario. Entre otras, la del sábado en la sala Wah Wah de Valencia junto a su habitual guitarrista, Pablo Novoa. Un acústico refinado y directo que se contrapone al rock burlón y desgarrado de Los Enemigos. Un sonido delicado que bebe, según el cantante, “de los de siempre: la música negra del siglo pasado, Bob Dylan, Ray Davies, Randy Newman…”
¿A qué tiene vértigo Josele?
A lo que todo el mundo. A quedarme sin trabajo, sin ir más lejos.
¿Da vértigo pasar de una banda de culto a sacar discos en solitario- ya van cuatro- y a las críticas o comparaciones que se hagan?
No, las críticas nunca. Lo que sí daba un poco de vértigo era el cambio en sí mismo, que era bastante arriesgado.
¿Qué diferencias hay a la hora de planear un disco en grupo o en solitario?
Ahorras toneladas de diplomacia en solitario.
¿Qué espacio tiene la literatura en el disco? ¿Qué autores sigues?
Considero que un 50% de espacio. La mitad del trabajo. Sigo a un montón de autores, vivos y muertos. En mis dos últimas lecturas he encontrado dos maestros: José M. Caballero Bonald y Voltaire.
Josele lleva ocho años en solitario, desde que publicó ese “experimento” producido por el músico Nacho Mastretta llamado Las golondrinas etcétera y cuyo Ole Papá sigue cerrando las salas. Después vinieron Garabatos, Loco encontrao y este último, Lecciones de vértigo. En estos años, el exlíder de Los Enemigos ha cambiado el centro de Madrid por la periferia catalana. Vive en Casteldefels componiendo y haciendo lo mismo que en la capital con una diferencia principal: el mar. Acompañante indispensable en su vida. En estos años de grabación, varios sucesos sobresalen por encima de todos: la muerte de su amigo Antonio Vega y la de su padre durante los carnavales de Cádiz. La canción El lobo es una alegoría dedicada al ex de Nacha Pop. Más de una vez, Josele ha explicado que “cuando alguien va por libre, la envidia se disfraza de compasión”. Por eso se pone firme y afirma “más tristes son ustedes, rodeados de paredes” cuando recuerda a su colega y a las circusntancias que rodearon su fallecimiento.
Se ha comentado que El lobo tenía su razón de ser en el ruido generado por la muerte de Antonio Vega. ¿qué se acercaría más a su figura, un lobo de mar o un lobo solitario?
Sin embargo no la inspiró su muerte, sino más bien su vida. Intento hablar de un modo de entender la vida que tiene bastante de lobo. De mar y solitario.
Pae alude al contexto en el que murió su padre, ¿varía la imagen de una persona querida según desaparece?
La letra de Pae consiste en una sucesión de imágenes que juntas resultan muy oníricas pero que fueron muy reales, en pleno corazón del carnaval gaditano. Lo que pretendo resaltar con ellas es lo que de carnavalesco tiene la muerte, que es mucho.
¿Es Han ganado nosotros una canción optimista, que enfrenta dos tiempos verbales de forma vitalista, o es la inevitable derrota que nos espera a todos?
Se trata de una canción antibelicista y profundamente triste. Nada optimista, la verdad.
La primera canción del álbum se titula Hagan juego, como si la música fuera un casino, ¿es el mundo del espectáculo un circo?
Desde luego el mundo del espectáculo puede llegar a ser muy cruel.
En el tema La espera, de Los Enemigos, Josele afirma con sorna que “viene en el libro, y si está escrito es que es así”. En esta ocasión, cambia el verso y tararea “encuentra tu actitud” en Libros Blancos. Una filosofía que parece que da pie al “carácter es destino” de Heráclito. Sin embargo, el cantante se resigna a ese camino trazado de antemano.
¿Hasta qué punto tenemos nosotros la llave para forjar nuestra personalidad?
Los «Libros Blancos» son algo así como las instrucciones a seguir en caso de emergencia nacional y se supone que sólo los gobiernos tienen acceso a ellos. Bajando peldaños desde ahí, todos los sistemas de organización social, desde la empresa hasta la familia, tienen su libro blanco, tácito o directamente escrito. Hasta ese punto tenemos todos nuestro papel asignado y hacemos lo que de nosotros se espera.
No debería sorprendernos, somos animales sociales. Pero recordarlo de vez en cuando viene muy bien para bajarnos los humos.
A pesar de sus esforzadas letras y sus soterrados homenajes, Josele Santiago se quita la gomina de encima y reconoce que “cada uno sabrá lo que le debe a sus padres. Así, como colectivo, no creo que se les deba nada bueno”. Aunque debajo de este aparente nihilismo navega un sentimental capaz de seguir recordando a un antiguo amigo o de desear, como buen libertario, tener de cerca las olas: “Quise darle a Antoñito [el An-Tonio de su canción enemiga] el título de guardián de la espuma porque, como buen gaditano, era marinero y sus cenizas se tiraron al mar. Yo soy madrileño y en mi vida he pasado de ignorarlo a no poder vivir sin él. Me muero de pena sin ver el mar”.