Hay análisis para todos los gustos. A los políticos les encantan los datos, quizás a sabiendas de que toda cifra es proclive a la tergiversación o a la focalización de un lado o de otro. Casi todos los números están a favor del que los crea. Al ser arbitrarios y abstractos, las estadísticas salen como cada uno quiere que salgan. Puede aumentar considerablemente el paro pero subir un respunte la ayuda al desempleo; puede ampliarse la edad de jubilación, pero incrementar un tanto porcentual a la pensión: «Las matemáticas no engañan, pero tampoco aman», cantaban Mártires del Compás.
En el debate entre dos de los candidatos a presidencia (que, aunque sea un simple matiz, todo el mundo habla de ‘los dos candidatos’, como si no exitiera nadie más) faltaron muchas cosas. El debate dejó entrever que la política es una cosa seria, aburrida, programada, robótica y, sobre todo, alejada de la realidad.
Ninguno habló de indignación ciudadana. Ninguno aludió a las familias que lo pasan mal, que cuentan las monedas del monedero cuando pagan en el mercado, que colocan las facturas sobre la mesa como si se tratase de un juego de cromos pero donde el intercambio no es con el compañero de pupitre sino con un omnipotente y malvado banco.
Por eso, quizás el único instante en que un cable podía haber prendido la chispa de la cercanía fue cuando Rubalcaba, en medio de un circunloquio sobre los impuestos que cargará, zanjó el berenjenal del alcohol y tabaco diciendo «tasaremos las bebidas que superen un grado de alcohol… vamos, las bebidas alcohólicas que no sean vino o cerveza».
Y al decir «vino» y «cerveza» pareció abrirse una luz en la mesa, una cuña de esperanza, algo que por fin podrían entender los que vieran el debate en la barra de un bar, o en su casa junto a su familia después de una jornada de trabajo o de cola del INEM, apurando una botella de tinto barato o compartiendo un botellín con un puñado de pipas.
No fue así. Ambos se enroscaron en el tú más. Rajoy lo tenía ganado de antemano. Rubalcaba no supo darle la vuelta y, entre tanto, los españoles sufriremos unos cuantos años más a esta manada de dirigentes que sigue ahí, en su poltrona, descifrando tablas de excell. En fin.