Llama Alberto García, de cultura. Palomo, el de la SER, ya estuvo allí. Como Rafael Reig con Orejudo, en cuestión de medios y de vender noticias, que es la jerga que se utiliza aquí, Palomo ya estuvo allí. La pregunta que nadie quiere hacer pero que se presta inevitable es: “Ah, ¿eres el hermano de…?” Y los puntos suspensivos no son una licencia a lo misterioso sino una situación de extrañeza e ilusión en la misma medida. Igual que “Ah, (siempre hay un ‘ah’, aunque sea como coletilla) ¿y ahora tú te dedicas a esto?”.
En el instituto marca el tener a alguien con tus mismos apellidos que condiciona la mirada del profesor: “Ah, García Palomo… A ver si te aplicas igual que tu hermano” o “Ah, García Palomo… Ya me podía haber tocado otro igual que el anterior”
Y ahora, claro, tienes que barnizarte la frente, sonreír y sacar entradas a destajo con cuatro preguntas preparadas y una actuación impecable. No solo eso. Cuando ya crees que eres un remake del anterior, empieza a llevarse lo vintage, es decir, lo antiguo, lo pasado de moda. Y claro, con las ganas de modernizar y la volatilidad de estos tiempos, hacer algo transgresor está más que en ningún sitio en las ondas, aunque sea con toneladas de publicidad.
Por eso, al sitio adonde vaya- ya sea la rueda de prensa de un teatro, el asesinato de un gato o la visita del Papa- voy preparado para el “Palomo ya estuvo aquí”.
Y cuando tuercen el gesto porque encuentran una duda, ese interrogante que te ronda la cabeza y parece que estás en otro lugar, que paraliza unos segundos frente a la otra persona, me adelanto y lo digo: “Sí, lo sé. Soy el hermano de… y sí, ya estuvo aquí”.