Desde Madrid se ve de varias formas este acontecimiento, llamado de la Juventud cuando a simple vista se ven más monjas mayores que jovencitos: viene el Papa, da una misa Rouco y por qué no alegrarse: tenemos las calles cortadas a los coches, los policías encerrados en un espacio reducido (dejando, por fin, tranquilo al resto de la ciudad) y las principales arterias de la capital libres para pasear en bici mejor que cualquier otro día del año. Bueno, se supone que son 400.000, pero qué organización: van todos en comandillas, por la acera, sin saltarse ningún semáforo en rojo ni levantar la voz. Bueno, es cierto que algunos llevan una guitarra y van cantando suave, pero- por lo general- los chiquillos se comportan.
Como ha dicho hoy Secun de la Rosa, son los ‘perroflautas’ del catolicismo: llevan mochila, han venido con poca pasta y también comen sandía.
La otra visión de la JMJ es la que se celebra en Somalia: ya son 500.000 los refugiados en la frontera de Kenia. Medio millón de vidas que rezarán a su manera para seguir con vida. O quizás no. Quizás solo desean dejar este mundo en el que a ellos les ha tocado el sumidero. Para ellos no hay crema protectora ni sombreros con cuerdas. Solo las donaciones del primer mundo, que invierte en armamento para apaciguar una guerra en el norte del continente y abandona lo que más adelante tendrá que salvar con tanques.
¿Habrá alguna mención de Benedicto a estos siervos?