Lo que me queda de vida, Elvira Lindo.

«Cómo se hace para pedir ayuda, para contarle a alguien que un desgarro interior no te deja dormir, cómo se llega a aprender que hay amores que han caducado, que prolongarlos es pudrirlos, cómo aprender a no defenderse, a tener dignidad y no desear la compañía de quien sabes de antemano que te destruye, cómo distinguir entre amor y obsesión, por qué luchar por lo que ya no te pertenece, cómo se hace para estar triste sin humillarse, cómo aprender a comportarse correctamente, de tal manera que no tengas que pasar la vida rumiando errores que duelen más que por su gravedad por la cantidad de veces que los has repetido.»

Quizás se tiene de antemano un prejuicio infundado sobre las novelas españolas. La narrativa española o bien tira por los hechos del pasado, guerra civil y demás, o por la sensiblería de sobremesa. Nos tienen acostumbrados a unas series acartonadas, a comedias ligeras y cañís, a melodramas de bajo coste o al humor ibérico de bravas, gallinejas y cerveza en chiringuitos playeros.

También hay intentos de seriedad en este panorama. Si un inglés habla de sentimientos lo hace de forma universal; si un americano trata a la clase media, intenta hacer un reflejo de la sociedad actual; si un japonés narra el contemplativo avatar de un campesino, pretende desentrañar lo invisible y emocional de la existencia; pero si lo hace un español, estonces tira de socarronería fácil o de mediterranismo caduco.

Elvira Lindo ha conseguido traspasar un poco sus propios límites. De la columna cómica de Tinto de verano, los personajes infantiles de Manolito Gafotas o los artículos políticos se ha introducido en un ejercicio de autoficción brillante. Con una prosa que abandona el uso de expresiones rurales o de jerga urbana traza con seriedad y rigor, con delicada descripción certera y con emotividad contenida y seria un minúsculo periplo vital que parece un mundo. Una edad  pasajera y principiante que se hace un embudo de todas las sensaciones humanas.

El primer hijo, la soledad, el amor y demás temas universales conjugan en una madre que deambula por las calles de Madrid sin rumbo fijo y que quiere claudicar de la vida sin llegar a comprender- en un repentino salto temporal- lo que de verdad le queda por vivir.

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