Los chinos de mi barrio

Los chinos de mi barrio se han creído que esto es el país del tócame Roque. Primero, va y cuelgan un horario escrito en boli Bic falsificado con dos horas de descanso de 3 a 5. ¿Desde cuándo un chino tiene horarios? o, peor aún, ¿desde cuándo comen los chinos a las 3? Si siempre que entras están comiendo algo que jamás venden, como unos fideos en un tupper o carne extraña con la mano. ¡Va a ser que al final van hasta a echarse siesta!

Pero lo que es el colmo es que hoy, festivo día 15, yo vaya de camino al tajo y ellos cierren. Sí, sí: cerrado a cal y canto. Como si de repente se creyeran que nosotros no seríamos capaces de tener una idea así. Como si se creyeran los únicos a los que se les ha ocurrido la brillante idea de irse al Lidl, pillar latas de cerveza a punta pala y venderlas 30 céntimos más caras.

Ahora, además, que se están haciendo con bares españoles y lo mismo te ponen unos callos que un arroz Wan-Lan, seguro que piden convenio de hosteleros y a las cuatro cierran la cocina.

Pero la verdad es que los chinos de barrio son un prodigio. Trabajan bien, sirven todo como con desgana, te persiguen impúdicamente en cuanto te adentras hacia algún pasillo oscuro, al final siempre te ponen una bolsa opaca aunque te lleves sólo una bolsa de gominolas y, encima, nunca viven en tu mismo bloque.

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