Julian Assange, persona del año pese a la censura
Que la prestigiosa revista “Time” conceda el título de “Persona del año” al creador de Facebook en vez de encumbrar a Julian Assange, artífice de Wikileaks, es un insulto a la inteligencia. Aunque la red social (gran película al respecto: id a verla cuanto antes) sea omnipresente, supere los 550 millones de usuarios, esté disponible en 75 idiomas y casi todo el mundo sepa quién es el tal Zuckerberg, la página de Wikileaks significa un antes y un después para el orden político internacional.
Me explico: es como defender el Balón de Oro del fútbol para Sneider –que lo ha ganado casi todo este año- frente al arte excelso de Messi, Xavi o Iniesta. Se lo merecen todos, de acuerdo, pero hemos de rendirnos a la evidencia: el gran Facebook se ha topado con el combativo Wikileaks igual que el excepcional futbolista holandés se enfrentaba a los extraterrestres culés. Y me atrevo a decir, ya puestos, que Julian Assange y Messi deberían recibir el título de “especies protegidas”. Uno, por su magia: acaso el mejor jugador de la historia con Pelé, Di Stéfano, Cruyff, Maradona, Zidane… El otro, por demoler la hipocresía del Poder con mayúscula: un tipo capaz de revolucionar la diplomacia, que ha descubierto los secretos del Departamento de Estado de la superpotencia y al que persiguen algunos gobiernos en un ejercicio brutal que deteriora la democracia es, sin duda, la “Persona del año”. La publicación de marras ha evitado seguir el veredicto popular, que ganaba por goleada el líder de Wikileaks, y se apunta peligrosamente al clan de lo políticamente correcto. Contadlo en el Facebook, amigos. A todos se nos cruzan los cables.
Jorge G. Palomo.
Premios Nobel y más.
Todos los días hay algunos premios por festejar.
En el ámbito literario, no hay nada más preciado que un Planeta cargado con cien millones de las antiguas pesetas. Viendo los llantos y la opacidad de la industris editorial, cualquiera diría que han dejado de convocar algo que, a todas luces, no es más que un chorreo de dinero seguida de márquetin.
Que Vargas Llosa estuviera a punto de publicar un nuevo libro antes de la celebración del Nobel era pura casualidad. Que sea un súperventas, quizás no. Nos movemos a golpe de anuncios. Y así hemos descubierto a un prisionero chino que recibe el de la Paz sin que ningún dirigente mueva un dedo y con la mofa paralela de que el gobierno de este país se invente otro premio con el nombre de Confucio y aquí paz y después gloria.
Me pareció haber oído a más mandatarios alardear de progresismo cuando premiaron a Guillermo Fariñas, disidente cubano que ni siquiera está preso y que puede, incluso, dar declaraciones y – quizás- hasta acudir a recibir galardones.
En fin, entre estos misterios sin resolver (Cuba y Venezuela en la mirilla; Irán, China, Corea del Norte, Libia y un largo etcétera en los despachos presidenciales) podemos hasta firmar leyes contra el burka «en edificios públicos». Esto es, que mientras el marido la tenga resguardada en casa y tapada de los pies a la cabeza, todo va bien. El caso es que no lo veamos. Que no nos duela la superioridad cristiana y occidental.
Lo próximo puede ser, por ejemplo, prohibir las lapidaciones en la plaza del pueblo o las peleas de gallos en las fiestas patronales.
Todo son avances.