Archivos del mes: 28 septiembre 2010

Huelga 29-S.

Es difícil decantarse por una huelga a destiempo.Sobre todo teniendo a tantos estratos sociales sin respuestas claras.
Que la patronal y la Iglesia no coincidan es un motivo claro de mosqueo. Sin embargo, que sobren los motivos es un hecho bastante claro. Tarde o temprano, nunca se sabe. Isaac Rosa no lo resuelve, pero dice esto: «La huelga es contra la reforma laboral, sí. Pero fíjense que los antihuelga no defienden la reforma, sino que se centran en atacar a los sindicatos y al derecho de huelga. Y es que, tras aprovechar la crisis para comerse derechos sociales, algunos ven la ocasión para cobrarse otra pieza apetecida: los sindicatos.»
Estamos enfrentando al gobierno contra los sindicatos. Los trabajadores han desaparecido del debate público. Si destruimos las asociaciones sindicales- más allá de sus desmanes y contradicciones- entregamos nuestra dignidad secular al patrón.
Se acepta el que quiera trabajar por un motivo concreto. El que no haga huelga por una confusión en la que han participados todas las esferas del poder. Incluso el que tenga ese derecho algo torcido y pase de jugársela.
Pero no vale eso de que no sirve de nada. Para eso ya tenemos unos derechos laborales irrisorios y unos departamentos de recursos humanos que insisten en hacernos creer que lo que nos ofrecen es lo mejor del mercado.

El galimatías de Fidel.

Que en El País aparezcan artículos o páginas dobles sobre el panorama cubano es, a falta de otras noticias, un recurso habitual. Que sus columnistas progres escriban en contra de este sistema, también.
Desde que nos pusimos la chaqueta de pana y nos subscribimos al estado del bienestar a cualquier precio, la agudeza crítica e informativa parece resistirse a traicionar las bases de una socialdemocracia de postín que no encuentra hueco para ideales limpios de impurezas bursátiles.
Decir que un modelo es obsoleto después de cincuenta años no es una contradicción sino una verdad de perogrullo. Ni el comunista cubano ni el capitalista occidental funcionan.
El primero, debido- entre otras cosas- a un bloqueo económico que oprime las bases del intercambio y la cooperación que defiende.
Que un editorial diga que tiene que «adecuarse a un sistema del siglo XXI» sin dar muchas más razones que el manido anacronismo no es profesional ni serio. Se podría mojar y decir, por ejemplo, que ya es hora de que sus ciudadanos nos copien y vivan por encima de sus posibilidades; que se endeuden hasta el cuello en casas y coches; que el Estado mercadee con armas para enriquecerse o que- en lugar de prestar servicios públicos- privatice y amanse a la población por medio de cheques-regalo, como si fuera un centro comercial.
Eso sí que es contemporáneo y realista, dónde va a parar. Y, lo mejor de todo, no conduce a engaños ni a contradicciones: una moneda de dos caras y sálvese quien pueda.

Qué pena nos das, Alejandro.

Alejandro Sanz: «Chaves, quiero tocar en tu país»

Qué asco. Que petición más repugnante. Más de niño mimado, tontorrón, ñoño.

Independientemente de todas las discutibles cuestiones políticas que podamos desgranar del régimen venezolano (muchas menos, no obstante, que las que nos quieren hacer proferir los defensores de la libertad y la democracia), rogar lloriqueando como un animal malherido no es más que una llamada la vergonzosa de atención.

Primero, porque si de verdad te quieres oponer a ese régimen, y encima te encuentras en una situación provilegiada de riqueza y popularidad, actúa contra él de verdad. No te alíes a semejantes pintamonas de super éxitos 40 principales y pretendas tener un mínimo de credibilidad. No vivas en Miami cual disidente capitalizado.No te victimices.

Te lo has ganado.

Segundo: porque te limitas a proferir disparates sin tratar de ser imparcial. ¿Qué emisoras existen en Colombia o Ecuador?¿No estamos nosotros también bajo la dictadura mediática de los 40 y demás radiofórmulas?

La oligarquía venezolana se relame cada vez que alguien se mete con Chavez. Son los mismos que organizan festivales pachangueros y de entretenimiento vacuo con Juanes, Shakira, Miguel Bosé y demás bazofia. Nadie se cree (aparte de ti mismo) que tus actuaciones tienen algo de política, sino de oportunismo y, seguramente, de interés.

Qué narices, yo aplaudo a Chavez: sólo falta que el resto de mandatarios mundiales se animen y no le dejen tocar nunca más, por el bien de la cultura y por la salud mental de sus ciudadanos.

El Cerro Chico.

En una rotonda de algún camino perdido de la ciudad de Potosí, en Bolivia, una escultura de un minero sostiene una taladradora mientras apunta al cielo con una metralleta colgada de su cuello. Los parques se adornan de bancos con la inscripción «Vale un Potosí» en el respaldo mientras hay quien desciende ocho niveles y se orina en las manos para empapar el polvo silicoso de la taladradora. Su esperanza de vida es de unos veintiséis años y su calma es el trago limpio de alcohol clínico y de tabaco negro.

Los mineros siempre han estado en lucha. El maltrato patronal está distribuido a gran escala, pero parece más invisible cuanto más limpia sea tu vestimenta. Está igual de aceptada la queja caprichosa del que hace horas extra en una oficina que el silencio del obrero.

Estos días vemos como treinta y tres mineros chilenos sobreviven bajo tierra con ayuda psicológica y alimentaria del exterior. En Palencia, sin ir más lejos, otro grupo se encierra para protestar sobre su situación laboral.

La prensa hace eco de su estado de ánimo; entrevista a familiares y se atreve hasta a debatir sobre las conveniencias de los atrapados. Sin embargo, en ningún diario aparecen dando explicaciones los que están detrás de la tragedia. Las compañías y sus secuaces. Los patrones y sus cómplices del ministerio. No interesa: la piedad y la literatura dramática siempre ha vendido más que la justicia.

Se podría haber construido un puente desde el Cerro Chico hasta España con la plata que sacaron los esclavos bolivianos. Ahora, seguimos tendiendo lazos invisibles que permiten la excavación de pozos de petróleo o la extracción de minerales.

Colonialismo contemporáneo: ¿alguien que levante la mano y pregunte a sus protagonistas?