Que las catástrofes naturales sean verídicas no quiere decir que el reportaje se acerque del todo a esa realidad o se reduzca a la crónica fácil desde el burladero.
Los desaparecidos en la India, como los ahogados por el tsunami o los sepultados por los terremotos, son- afortunadamente- una excepción. Una excepción, no obstante, a tener en cuenta y, qué duda cabe, con la que solidarizarse. Sin embargo, el mensaje que tratan de mandarnos no es el del dolor de los familiares o la desgracia de las víctimas sino del miedo hacia lo desconocido. El de que nuestras vacaciones sean responsables. Que mantengamos la salud para el comienzo de una nueva temporada laboral y descansemos para volver con ganas al tajo.
Tenéis lo que os merecéis, parecen decirnos. Algún osado puede salirse del redil levantino y tomar un vuelo al trópico, pero mirad lo que les ocurre. No vayan, favorezcan nuestro turismo: total, las compañías de vuelos se financian gracias a los extranjeros.
Y así es como entramos en la rueda alarmista gobierno-medios de comunicación-vecindario. Las noticias se convierten en rumores y los rumores, como todo el mundo sabe, en verdades científicas. Y se consolidan los estamentos con los que Florentinos, Joan Gaspares y demás constructores y hoteleros se relamen las comisuras de los labios edificando costas y cercando el espacio de contacto con el nativo.
La responsabilidad es un logro, no un imperativo. Si el low cost ha conseguido encoger el mundo, que por lo menos agrande nuestros horizontes.